Cuando tenía un año, mis padres advirtieron que algo me sucedía, y puesto que como yo no sabía explicarme, no sabían qué era exactamente. Me llevaron a un psicólogo para niños pequeños, pues pensaban que tenía algún problema mental… Creo que allí descubrieron realmente que no era así pues hacía todos los juegos muy bien (según dicen ellos). Tiempo después el pediatra les habló del Instituto Oftalmológico de Alicante dirigido por Jorge Alió. Allí nos informaron de que tenía cataratas y estrabismo en ambos ojos. Me operaron por primera vez a los cuatro años. Un año después me volvieron a operar de desprendimiento de retina en ambos ojos, del que sólo se salvó el izquierdo, perdiendo la vista por completo en el derecho (algún problema con el nervio óptico). Sin embargo, a pesar del resto de visión que poseía en el ojo izquierdo que me había permitido afiliarme a la ONCE, podía leer en tinta, jugar, correr, hacer deportes (en los que había que jugar con pelota tenía algo de dificultad), moverme sin necesidad de bastón… en fin, todo aquello que un niño sin problemas de visión puede hacer.
A los nueve años, en una de esas clases de Predeporte que se hacían en mi colegio una vez a la semana, me provoqué otro desprendimiento de retina. Estábamos practicando Salto de Altura y una de las veces que me tocó a mí debí saltar mal, pues caí mal a la colchoneta y me hice daño en la cabeza. Pero no fue hasta el día siguiente cuando comencé a notar que algo sucedía. A medio día del viernes comencé a ver algo peor, con una especie de burbuja que me impedía ver bien. Por la tarde tenía clase de música y allí advertí que realmente sucedía algo pues desde la parte derecha de mi ojo izquierdo comenzaba a ver negro. Era como una especie de “telón” que iba cubriendo todo mi campo visual de negro, empezando por la derecha y ocupando poco a poco mi campo visual. Así, estaba solfeando una lección que tenía delante, con la cabeza torcida hacia la derecha, pues solo podía ver por la parte izquierda de mi ojo izquierdo. Sí, el profesor debió de pensar que estaba loca, o tonta, o yo que sé. Llegué a casa y todavía me atreví a ir a jugar con mis amigos al parque. Pero allí, por haber llegado la última me tocó a mí correr detrás de los demás para pillarlos… Pero ya no corría, ya veía muy poco y me daba miedo. Una amiga me acompañó a casa. Llamé a mis padres y enseguida supieron que era. Me llevaron al médico y nos lo confirmaron. Una semana después me operaron y volvía a ver bien (del ojo izquierdo claro, del derecho ya no había solución desde la otra vez). Cuando pude destaparme el ojo, advertí que veía incluso un poco mejor que antes… podía leer sin gafas aunque tenía que forzar algo la vista. Así pasé un mes aproximadamente, tras el cual el médico me informó que se había hecho un pliegue en la retina y que aunque esa operación no duraría ni siquiera diez minutos, teníamos que esperar unos meses ya que estaba recién operada. Ese pliegue me hacía ir perdiendo vista de forma que llegué a un punto en el que el bastón me era necesario para moverme. Aún así, yo todavía diferenciaba colores, formas,… e incluso recuerdo que veía la flechita del ratón del ordenador.
Aquel verano reforcé mis conocimientos del braille que había aprendido a los seis años por precaución a que algún día lo necesitara. También aprendí a manejar el Braille’n Speak, que sería mi herramienta de escritura durante varios años.
En el mes de noviembre, comencé a asistir a un curso de mecanografía en el ordenador en la ONCE. Un día, yendo hacía allí mi padre y yo tuvimos un accidente de coche, otro coche se había metido por nuestro carril y a pesar de ver que los otros coches que iban en su misma dirección iban por el otro carril, él continuó por el nuestro. Nosotros lo encontramos al girar una curva, por eso no lo habíamos visto antes y no tuvimos tiempo a esquivarlo como alguno anterior a nosotros había podido hacer y de este modo había avisado a la policía. A parte de la fractura que me hice en la mandíbula (me la rompí por cuatro partes) el hecho de ir mal sentada y sin cinturón hizo que con el golpe me hiciera daño en la pierna y tuviera que sacarme un bombero del coche. Pero lo peor de todo fue que, aunque yo no lo advirtiera en ese momento, había perdido algo más de vista. Ya no percibía colores ni formas, solo podía ver que había algo sin saber el qué, y luz. En el hospital ya vinieron algunos oftalmólogos a ver mi ojo y el corte que tenía justo al lado, pero supongo que nadie sabía bien qué tenía.
A principios de 2002 asistimos a la cita que teníamos con el médico después de explicarnos el pliegue en mi retina. Pero cuando me miró la retina de nuevo, creo que hasta él se sorprendió. Tuvo que hacer un dibujo para explicarles a mis padres lo que había pasado. Tenía completamente la retina desgarrada y ya no había solución, nada de una operación para quitarme el pliegue.
Desde entonces, una vida nueva comenzaba para mí. Debía aprender muchas cosas, al igual que la gente que me rodeaba. Con la ayuda de la ONCE, lo he ido consiguiendo. Pero aún así, sólo han pasado siete años desde entonces, y todavía me falta mucho por aprender. Al fin y al cabo, la vida es un continuo aprendizaje.
Escrito por Lara (Kai)
lunes, 7 de julio de 2008
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1 comentario:
¡¡Holaaa!! ¡He de decirte que me ha encantado el relato! (que no es relato porque es la vida real, pero es que parece de película jeje) Me gusta mucho como has descrito todo... Sobretodo el final ;) Y no se, espero que pronto el blog esté llenito de historias vuestras (reales o no xD) y que os lea mucha gente!! Keep the good work! ;)
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