Mostrando entradas con la etiqueta Experiencias. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Experiencias. Mostrar todas las entradas

martes, 27 de octubre de 2009

Susurros del pasado, el presente y el futuro

Oh, sí, sí, querido lector, lo sé. Sé que no dejarás de preguntarte qué es lo que esconde el ligero y misterioso velo que cubre este no menos misterioso título; sé que por tu cabeza quizá estén cruzando diferentes y variadas hipótesis que puedan responder a esa pregunta, y sé también que lo que deseas es saber de una vez por todas dicha respuesta oculta tras el velo, y que puedes conocer con tan solo descorrer la satinada tela que se mueve, susurra y te invita a acariciarla. Hazlo sin demora, pues; hazlo, que las palabras del título ya asoman sus curiosas letras para tratar de atisvar al otro lado del velo; hazlo, que los espacios entre ellas se abren como flores en primavera buscando ayudar a sus gentiles compañeras a apartar definitivamente la nebulosa capa de misterio que les impide ser libres para expresarse...

Bueno, ahora ya en serio (perdón por lo que he escrito arriba, pero... me ha pasado por la cabeza y tenía que plasmarlo). En esta entrada quiero hacerte llegar dos pequeños artículos sobre mí que han sido publicados en dos periódicos diferentes: el primero es una entrevista que apareció ayer en el diario “El Correo” de La Rioja, y el segundo es una pequeña noticia que vio la luz gracias a “Aspaim Cantabria” el pasado 6 de Agosto. Creo que son dos artículos que reflejan a la perfección el tema que es la base de este blog, y que como muy bien sabrás, se refiere a las dificultades y experiencias que día a día tiene que enfrentar una persona ciega.

Me hicieron la entrevista hace más de un mes, y finalmente ayer fue publicada. En ella, recreo brevemente mi infancia, relato algo más pormenorizadamente mi presente y dejo entrever mi futuro. Resume por tanto bastante bien mi corta vida, pero como digo, es solo un resumen, aunque no por ello deja de ser interesante y verídico. Antes de que la leas
aquí
y
aquí
(no sé por qué está en dos partes), tengo que informarte de que hay un dato que me gustaría modificar (no cambia en nada el transcurso de la entrevista, pero quiero mencionarlo). En esta entrevista me preguntaron por el lugar al que me gustaría desplazarme para realizar mis estudios universitarios, y yo di una respuesta, pero ciertamente, tengo que decirte que como todo en la vida, he cambiado de opinión (ya descubrirás, si sigue adelante, lo que tengo... tenemos... en mente). Y con esto, sólo me queda desearte que la disfrutes, que la leas con detenimiento, que reflexiones sobre ella si lo crees oportuno y que dejes un comentario en esta entrada expresando tu opinión o lo que tú creas conveniente.

La causa de la redacción y posterior publicación del segundo artículo fue la visita del delegado de la Xunta de Galicia, Manuel core, al CRE de Pontevedra durante la celebración de unos cursos de inglés organizados por la ONCE en dicho centro. Creo que ya hablé de estos cursos en otra ocasión, pero por si acaso, te informo de que consisten en tres quincenas (las dos de Julio y la primera de Agosto) y por tanto tres grupos de chicos y chicas afiliados a la ONCE de toda España que se desplazan al CRE de Pontevedra para disfrutar de sesenta horas lectivas de inglés y de numerosas actividades y excursiones. Pues bien, en el curso de Agosto (al que yo tuve la suerte de asistir, y al que también pudieron hacerlo tres jóvenes italianos, que por cierto tengo que hacerle una crítica constructiva a quien redactó el artículo pues el nombre de un chico italiano no está bien escrito), se produjo este notable acontecimiento. El delegado dio un pequeño discurso dando las gracias al director del centro y a todos nosotros, tras lo cual visitó el CRE en compañía de el director y de algunos periodistas que se habían desplazado hasta allí para cubrir el evento. Y así fue cómo aparecen mi nombre y mi fotografía en "Aspaim Cantabria", y si no estoy mal informada, también salí en la televisión contestando a algunas preguntas. Te dejo
aquí
el artículo, y te digo lo de siempre a pesar de resultar repetitiva: ¡disfruta de su lectura y sé libre de dejar un comentario, o dos, o los que desees!


Escrito por Bea

miércoles, 21 de octubre de 2009

Aventuras y Desventuras por Madrid

¡Hola falykaiblogueros! Al fin encuentro un ratito para escribiros. Que no, que no, que no me he perdido por Madrid, ni me he quemado la mano cocinando de modo que no pudiera escribir, ni he muerto enterrada bajo una montaña de apuntes atrasados, ni el metro se me ha llevado el bastón en mis clases con el TR (técnico de rehabilitación). Er, bueno, eso último sí…
En fin, en esta entrada me gustaría contaros un poco mis primeras experiencias y opiniones sobre este primer mes en Madrid como estudiante novata de fisioterapia.
Para empezar, me gustaría recalcar algo que me ha llamado muchísimo la atención. Muchas veces en este blog hemos intentado cambiar (o al menos mejorar) esa visión que por lo general las personas no muy cercanas a un invidente, tienen acerca de éstos, de sus prejuicios, de su “menor capacidad”, o incluso “no capacidad” (algo que se conoce con el mal uso del término discapacidad) a la hora de realizar cualquier actividad. Pues bien, durante este mes he advertido que, aquí, en general, los ciudadanos están bastante familiarizados con la forma de dirigirse y tratar a un invidente, de cómo y cuándo le puedes ayudar, etc. Con esto me refiero a que en más de una ocasión he ido por la calle y me ha ofrecido más de una persona ayuda en una distancia de 20 metros. Otra cosa curiosa que no ocurre en cualquier ciudad, es que los conductores de los autobuses suelen comunicar el número de autobús al abrir las puertas del mismo, y por lo tanto no es necesario ir preguntando a cada conductor que para en esa parada, o a la gente que está esperando en ella el número. Además, este transporte público lleva incorporada una voz que va anunciando el nombre de la parada, algo que significa una gran ventaja, ya que no debemos ir preguntando en qué parada nos encontramos durante el trayecto, ni pedirle al conductor (el cual muchas veces se olvida) que nos avise cuando el autobús llegue a la parada que deseamos. Aún así, y como ya he dicho, bien porque el conductor se olvida de avisarnos, o bien porque la voz no funciona o le han bajado el volumen, he de decir que en más de una ocasión, desde que he llegado aquí, me he encontrado al bajar una parada que no era la mía…
En lo que respecta a las actividades del hogar, y a cocinar, la cosa es algo más complicada, pero no imposible. Antes de venirme para Madrid intenté aprender cuanto pude: le pedí a mi madre que me enseñara a planchar, a cocinar algunas cosas, a limpiar la casa, etc. Es algo más difícil, como ya he dicho, porque además los ciegos no aprendemos por imitación de gestos (porque no los vemos, lógicamente), si no que necesitamos que se nos explique, y a poder ser, mientras se nos muestra. Pero de momento tengo que decir que no me está yendo tan mal en el piso que comparto con dos compañeros (ambos también afiliados a la ONCE).
El centro al que asisto para cursar el grado de fisioterapia es la escuela universitaria de fisioterapia de la ONCE, cuya página web, por si tienes curiosidad, puedes visitar
en este enlace
Es un centro bastante adaptado a las necesidades de material específico para los estudiantes invidentes o con resto visual, pero no por ello el nivel es inferior (más bien diría que todo lo contrario).
Y por último, hablaros de dos situaciones bastante recientes, que bueno, ahí están, y pueden servirme como anécdota, porque, sea bueno o sea malo, siempre hay que sacar lo positivo e intentar aprender lo máximo posible de ello (como me enrollo, y que bien ha quedado).
Pues bien, la primera de ellas sucedió el otro día, cuando fui a cenar con dos amigas, también invidentes como yo, a la Vaguada, un centro comercial. Moverse por allí dentro con bastón es ir a la aventura, pero en fin, preguntando llegamos (y además fue divertido perderse). Al llegar, nos acompañaron hasta una mesa y nos indicaron donde estaban las sillas, después se marcharon. Entonces advertí que delante de mi había tres cartas que acababan de dejar. Esperamos a que volvieran a atendernos para que leyeran la carta, y finalmente una mujer lo hizo. Al llegar nos preguntó si ya habíamos decidido, y le comentamos que éramos las tres invidentes y si podía decirnos que había para cenar. Lo gracioso fue cuando terminamos y pedimos la cuenta. El camarero, después de entregarnos el platito (muy bonito él) con la cuenta, se marchó sin decirnos cuánto era. Al principio no supimos que hacer para llamar la atención de éste, pero finalmente se nos ocurrió la idea de levantarnos y esperar de pie con el bastón (mira que tiene poder el bastón blanco), algo que dio bastante buen resultado.
La otra situación, algo menos cómica, fue la que he comentado en la introducción. No era broma cuando decía que el metro se había llevado mi bastón. La cosa sucedió cuando estaba aprendiendo a utilizar este transporte público con el TR, o lo que es lo mismo, el profesor de orientación y movilidad de la ONCE. Esperábamos al metro, y cuando éste llegó seguí las indicaciones que el Tr me dio: “Acércate al metro y localiza la puerta con el bastón; espera a que baje la gente, y ahora ya puedes subir tú”. Pues bien, cuando fui a subir, después de asegurarme de estar frente a la puerta, ésta cerró rápidamente, de modo que el bastón quedó sujeto en ella (medio bastón dentro y la otra media parte era la que yo cogía con la mano). Intenté tirar de él para que saliera, pero al tener el bastón goma por dentro, lo único que conseguía era estirarlo, pero no sacarlo. Mi profesor, junto con el resto de la gente que había en el andén hizo señas al conductor, pero al parecer no miró hacia el espejo retrovisor. El metro arrancó, y finalmente tuve que soltar el bastón. Suena gracioso cuando lo escuchas (y yo soy la primera que no pudo evitar reírse cuando me quedé de ese modo sin bastón) pero, ¿imaginas cómo podrían haberse empeorado las cosas si no hubiera estado mi profesor conmigo?

Escrito por Lara

viernes, 18 de septiembre de 2009

De blog en blog

¡Hola de nuevo! ¿Cómo ha ido el verano? Esperamos que hayas disfrutado tanto como lo hemos hecho nosotras o más, si cabe. Sentimos no haber publicado nada en tanto tiempo, pero... ya sabes, el calor, la piscina y la salitre del mar embotan un poco el cerebro y las ideas. En fin, el verano ya se ha acabado, y la monótona rutina está volviendo paulatinamente a controlar nuestras vidas. El caso es que aquí estamos nuevamente con nuevas ideas, nuevas entradas, nuevas ganas y... bueno, eso, nuevas Fal y Kai.
Aprovecho ya que me pongo a escribir de todo y de nada para informarte de que nuestra querida Kai se ha transladado a Madrid para continuar sus estudios. Enhorabuena Lara, y esperemos que aunque ahora seas universitaria saques algo de tiempo para dedicarlo a nuestros ávidos lectores, y para que les cuentes en riguroso directo tus vivencias universitariomadrileñas.

El motivo que me ha llevado a publicar esta entrada ha sido una iniciativa que ha comunicado en clase esta misma mañana mi profesora de Filosofía. No es exactamente una iniciativa porque supongo que se habrá puesto en práctica en otros institutos, pero si no me equivoco es la primera vez que se hace esto en el mío y de las primeras en realizarse en un centro de mi comunidad, La Rioja. El caso es que la profesora nos ha propuesto utilizar un blog como medio para completar las clases. Nos ha dicho que ella irá publicando textos, apuntes, vídeos, etc. Al hilo de los temas filosóficos que vayamos tratando en las diferentes sesiones. Además, nos ha instado a que dejemos todos nuestra huella en el blog cuando lo creamos necesario enviando canciones, páginas web o cualquier cosa que nos parezca interesante y que podamos compartir con ella y con los demás compañeros. Podemos también dejar los ejercicios que queramos para que ella nos los corrija, así como plantearle cualquier tipo de duda relacionada con la filosofía.
A mí, ciertamente, esto me parece una idea a la que se le puede sacar mucho provecho y de la que podemos aprender tanto los alumnos como la profesora. Creo que mejorará bastante la dinámica de las clases y fuera de ellas nos proporcionará mucho material extra que nos va a ser de gran utilidad. Por otra parte, como alumna invidente, pienso que va a ayudarme muchísimo a seguir las clases y a conseguir los apuntes o fotocopias que quiera dar la profesora y que, de no existir este blog, probablemente me sería algo más difícil obtener. No sabes la facilidad que me supondrá poder simplemente entrar en el blogy tener ahí mismo una cantidad enorme de material interesante y necesario para las clases. Además, a la hora de entregarle mis ejercicios a la profesora, considero que nos va a resultar más fácil a las dos: a mí porque únicamente tengo que realizarlos y postearlos en el blog, y a ella porque los puede corregir directamente en el ordenador sin necesidad de tener que pasar por todo el proceso de extraerlos del pendrive que ella me deje para que yo los guarde. Es una verdadera ventaja que las personas ciegas podamos hoy en día acceder a las nuevas tecnologías de una forma muy parecida a la que lo hacen los videntes. Internet, en concreto, me parece una herramienta tremendamente útil con la que podemos disfrutar todos (videntes y no videntes), por supuesto, pero también podemos usarla para aprender y ampliar nuestros conocimientos, como es el caso de este
blog,
que espero que vaya poco a poco progresando y sobre todo me gustaría enormemente que durase en pie hasta Junio o incluso más allá, si esposible. Claro que para eso hará falta la colaboración de todos los alumnos, pero estoy segura de que va a ser muy bien acogido y de que todos vamos a poner nuestro granito de arena para que esta magnífica idea no caiga en saco roto.

Ya sé que quizá esto no os sorprenda a algunos porque a lo mejor habéis estudiado o lo estáis haciendo con herramientas similares a esta, pero a mí me parece algo increíblemente interesante y útil, ya que me va a permitir acceder a la misma información que a mis compañeros, y no sé, siento que voy a poder sacarle mucho partido.

Escrito por bea

domingo, 19 de julio de 2009

¡Selectivizada!

Como nos dice Bea en la entrada anterior, en estos últimos meses nos ha sido prácticamente imposible escribir debido a los exámenes de final de curso, y en mi caso, las pruebas de acceso a la universidad, junto con el inicio de las vacaciones (adelanto que Bea y yo nos hemos vuelto a ver). ¡Y parece que fue ayer cuando me sentaba frente al ordenador y escribía aquella entrada que hablaba sobre nuestra forma de estudiar y hacía referencia al inicio del curso...!
A continuación os contaré mi experiencia como estudiante invidente en la selectividad. Espero que os sirva para entender, un poco mejor, nuestra forma de estudiar y hacer exámenes, las dificultades que se nos pueden presentar, y que como todo estudiante, somos capaz de ello.

Martes 9 de junio
¡Primer día! Bueno, diría que hubiera sido un buen primer día de selectividad si, para empezar, no hubiera llegado algo tarde al autobús que salía hacia la universidad de alicante a las 7.30. El viaje ha sido tranquilo, pues a pesar de lo que me esperaba, no estaba nerviosa. Hoy teníamos la prueba de lengua castellana y filosofía (o historia de España), así que hemos estado repasando por encima mientras nos dirigíamos hacia allí. Al llegar hemos tenido que esperar un poco, ya que en el primer día tenemos que buscar nuestras aulas (según la inicial de nuestro apellido), nos explican el funcionamiento de las PAU, etc. Esperando con mis compañeros al inicio del primer examen, han venido para acompañarme al aula donde estaban preparadas todas las adaptaciones necesarias para la realización de las pruebas (portátil prestado por la universidad con el lector de pantallas Jaws, línea braille, etc). A las 9.30 se me ha entregado el examen, el cual venía guardado en un sobre... ¡y a empezar! Hubiera sido un buen primer día de selectividad si en ese momento, al comenzar a escribir, no hubieran empezado los problemas. Al principio, únicamente el cursor del ordenador portátil bajaba solo de línea, dejando en ocasiones palabras a mitad ni siquiera bien separadas por sílabas, de modo que debía estar corrigiendo constantemente éste error, y eliminando las mayúsculas que, al bajar de línea, se establecían solas en el primer carácter de la primera palabra de cada línea. Tras anunciar ésto al vocal que se encontraba en el aula, han llamado al tifloinformático de la ONCE de Alicante, que ha asistido a las pruebas por si surgía algún problema. Una vez resuelto ésto, y reiniciado el examen, el portátil de nuevo ha querido cobrar protagonismo. Esta vez, escribía caracteres que yo no pulsaba en el teclado, o incluso cambiaba el carácter con su correspondencia en el teclado (y no se trataba de una desconfiguración de ésto). Así, por ejemplo, al pulsar el espacio se escribía ^, o las letras se acentuaban sin yo pulsar al acento... Esto significaba tener que ir corrigiendo, a la vez que resolviendo el examen. Al ver que el problema no cesaba, se ha detenido el examen de nuevo y el tifloinformático ha intentado corregirlo, un hecho que al principio parecía haberse logrado. Pero una vez más, el portátil me ha dado a entender que aquel primer examen no tenía que salir nada bien. El lector de pantallas Jaws, que desde el principio ya había estado dando problemas (no reconocía el texto escrito, y anunciaba, en ocasiones, que la línea estaba en blanco, cuando en realidad había texto), pasó de no leer algunas líneas a no leer prácticamente ninguna, de modo que me era imposible leer lo que acababa de escribir, o incluso revisar los caracteres que el portátil cambiaba, como anteriormente he comentado. Lo gracioso, es que en esta ocasión no han detenido el examen, incluso después de comentarle al vocal el problema. En fin, me he puesto nerviosa, me he hartado del examen y lo he entregado sabiendo que lo había escrito muy deprisa, breve, y mal, pero es que la situación no daba para hacerlo mejor. Vamos, ha sido un examen más a ciegas imposible.
Con el retraso del primer examen (al haber tenido que detenerse en varias ocasiones), se ha retrasado mi media hora de descanso, no coincidiendo así con el resto de mis compañeros, y el siguiente examen ha comenzado más tarde. Durante esta media hora, todos los posibles problemas existentes se han resuelto enseguida, y el siguiente examen, filosofía, ha transcurrido con total normalidad. Mi pregunta es, si con lo rápido que se ha solucionado todo en el descanso, no podrían haber detenido el examen y haberlo resuelto todo antes. Una hora más tarde del fin de las pruebas de la mañana, he terminado yo mi segundo examen. Aquella tarde no tenía ninguna prueba más.

Miércoles 10 de junio
Ya más tranquila, los dos exámenes de la mañana (lengua valenciana e historia del arte) han ttranscurrido con total normalidad también. Junto a las cuestiones de la prueba de historia de arte, han adjuntado una descripción breve pero suficiente de las imágenes a las que se referían las cuestiones. Como le puede suceder a cualquier alumno, este examen me lo he inventado todo completamente, desde la primera palabra hasta la última, ya que de los dos ejercicios expuestos no había estudiado ninguno de los dos, pero en fin... cosas que pasan.
Es curiosa la preparación que se ha llevado a cabo con el fin de adaptar todos los exámenes a braille. Me comentaron que dos profesores de las PAU acudieron al CRE de Alicante para reunirse con dos transcriptores, y así ir adaptando todos los exámenes, con la resolución de pequeñas dificultades como las imágenes, cuya solución ha sido adjuntar una descripción de ellas. Una vez transcritos los exámenes, se guardaron cada uno en un sobre, de modo que nadie pudiera leerlos (a pesar de que estaban en braille...), para ser abiertos únicamente una vez anunciado el inicio de la prueba.
Esta tarde tampoco tenía más exámenes. He decidido repasar un poco para las pruebas de mañana, pero sorprendentemente mi madre me ha dicho que dejara de estudiar, y que saliera a dar una vuelta. Así que, ¿no dicen que hay que hacer siempre caso a las madres?

Jueves 11 de junio
Último día. No sé si será porque ya es el tercer día y me he acostumbrado a los nervios, o porque estos dos anteriores he comprobado que las pruebas no han sido de un nivel tan elevado como solemos pensar, pero hoy, incluso le he encontrado su punto “guay” a los exámenes de selectividad. Por la mañana he tenido la prueba de inglés, y después del descanso, latín. El texto expuesto en el primero ha sido bastante sencillo de comprender, y en consecuencia, de responder. El segundo, personalmente, también me ha parecido de un nivel inferior a los que hemos hecho durante el curso en el instituto.
Comida con los compañeros y profesores y después descanso. Han sido unas horas de relax, que nos han servido para olvidarnos de qué hacíamos allí por un rato, y a la vez, para recordarnos que tan solo nos faltaba un examen por hacer.
A las cuatro ha comenzado el examen de griego, el cual, al igual que los dos anteriores, me ha resultado bastante más sencillo que los hechos en el instituto a lo largo de todo el curso. En éste, incluso he terminado sobre una media hora antes del tiempo permitido (90 minutos).
Pero el mejor momento de todos ha sido al salir del aula y pensar “¡final de la selectividad! Que ha tenido su correspondiente celebración con los amigos, por supuesto...

jueves, 25 de junio de 2009

Fal y Kai

Antes de empezar con el contenido de la entrada en sí, nos gustaría disculparnos por no escribir en el blog desde hace casi un mes. Esto ha sido así debido a que nos hemos visto saturadas por una gran cantidad de exámenes y diferentes trabajos del instituto. Esperemos que con la llegada de las anheladas vacaciones estivales podamos dedicar el tiempo que se merece al blog.

En esta ocasión, queremos relatarte algunas cosas curiosas de las que fuimos testigos durante la semana que pasamos juntas en Onil (Alicante), así como alguna anécdota divertida que nos sucedió.
Pues bien, desde el día 13 de Abril hasta el día 18, al fin pudimos estar juntas después de aproximadamente dos años sin vernos. Los tres primeros días los pasamos en un apartamento en Benidorm con los padres de Bea. El tercer día, el 15, tuvimos la gran suerte de poder ir a Terra Mítica, un parque temático situado a escasos kilómetros de Benidorm. A la entrada al parque, nos sucedió un curioso incidente. Resulta que dos días antes, una empleada del parque nos abordó por las calles de Benidorm y nos dio unos descuentos de ocho euros cada uno para cuatro personas. Nosotras le preguntamos si estos descuentos se aplicaban también a las entradas de discapacitados, y ella nos dijo que sí, que nos descontarían los ocho euros a partir del precio de la entrada especial para discapacitados (que cuesta veintidós euros). En la taquilla del parque, la chica que nos vendió las entradas nos informó de que a nosotras, como invidentes, no se nos aplicaba el descuento, que esto sólo se hacía con niños y ancianos. Finalmente y tras mucho discutir, logramos que nos rebajara cuatro euros a cada una.
Ya dentro del parque, pudimos observar incrédulas a un grupo de personas en silla de ruedas. Un grupo de voluntarios se encargaban de transladarlos por el recinto, e incluso pudimos constatar que estos discapacitados se subían a algunas atracciones acompañados por los voluntarios. Y hablando de discapacitados, nos sorprendimos al descubrir que, por el hecho de poseer una discapacidad, se nos permite acceder a las atracciones por la salida, y podemos disfrutar además de dos viajes seguidos. El único problema son las ”barras” que hay en las entradas y salidas de dichas atracciones, pues son algo complicadas de transpasar.
Aquí
puedes ver una fotografía en la que estamos montadas en un tiovivo de Terra Mítica, y
aquí
posamos riendo en una playa de Benidorm.
Los tres días siguientes los pasamos en Onil (el pueblo de Lara). El último día, el Sábado, nos desplazamos hasta Elche para pasar una maravillosa jornada con unos amigos. Pero imagínate la situación: cuatro personas ciegas totales, un deficiente visual y una chica vidente. Fue bastante gracioso caminar así por la calle, pues íbamos unos cogidos de otros, como podíamos, aunque sí que es cierto que nos fue de gran ayuda el perro guía de un chico ciego. También nos resultó muy curioso que, estando caminando tranquilamente por la calle, una señora bajó la ventanilla de su coche y nos dijo a voz en cuello: “¡Eh, chavales! ¿Qué número de la ONCE ha tocado?” Nosotros nos reímos extrañados, y no supimos contestarle.

En definitiva, nos divertimos mucho, y ya estamos pensando en repetirlo este verano... ¿Te apuntas?

jueves, 16 de octubre de 2008

NOSOTROS, COMO TÚ

¡Hola de nuevo! Después de unas semanas sin publicar ninguna entrada (se nota que ya no estamos de vacaciones) volvemos con algo que me sucedió hace algunos meses. Bueno, realmente no me sucedió a mí, pero de igual modo tenía que ver mucho conmigo.

Mi hermana iba por la calle y se encontró con una persona conocida del pueblo. Después de saludarse, preguntarse qué tal y esas cosas, dicha persona le fue preguntando a mi hermana por la familia, hasta que finalmente llegaron a mí. Como no estaba allí no sé con seguridad lo que sucedió, pero imagino que le preguntaría lo típico. Lo que sí que sé es que esta persona acabó interesándose por si yo tenía o no pareja y le comentó a mi hermana algo así como: “¿Y que va a ser de ella? Porque no puede tener novio”. A mi hermana esto creo que le cabreó porque le contestó que por qué no iba a poder tener novio, que yo era como cualquier otra persona. Entonces recibió como contestación: “Pero… ¿y qué hacen si no se ven?

¿Qué haces tu con tu pareja? Pues eso mismo hacemos las personas ciegas. Además… la otra persona no tiene por qué ser invidente.

¿Tú que opinas?

sábado, 6 de septiembre de 2008

CONOCIENDO AL TÍO JOAQUÍN

Te voy a contar algo que me sucedió hace un tiempo con un hombre mayor, con lo que pretendo hacerte entender que no por ser ciegos tenemos que caminar más despacio (como ya comentamos en alguna entrada anterior), ya que entre el ciego y el guía deben ponerse de acuerdo en ello. También añadir, entre otras cosas, que no debes preocuparte cuando veas a un ciego de que si sabrá dónde está el lugar dónde quiere ir; si le preguntas y te dice dónde va, confía en que sabe ir, y si no fuera así, él te pediría ayuda. Yo sé que este hombre iba con toda la buena intención del mundo, pero en fin…

Era ya de noche, las nueve pasadas. Yo volvía de una clase de piano y puesto que vivo en un pueblo pequeño y con la hora que era, no había mucha gente por la calle, ni tampoco muchos coches. Iba por la última cuesta para llegar a mi casa, solo faltaba cruzar la acera y entrar en mi calle, y como no oí ni vi nada (sí, sí, vi, como veo la luz, miré a ver si veía las luces de algún coche acercarse), pues fui a cruzar. Pero entonces…
-¡No cruces! –alguien habló desde la otra acera.
Al oír esto yo pensé que venía algún coche o algo y yo no me había dado ni cuenta, así que volví a mirar y a escuchar, pero no, la calle estaba bastante silenciosa. Entonces pensé: “Pues será alguna bici o algo”. Esperé otro poco más, y bueno, como seguía sin ver ni oír ningún coche pues seguí con mi intención de cruzar.
-¡Te he dicho que no cruces!
Aquello ya me sorprendía un poco, ¿por qué se suponía que no debía cruzar si no venía nadie y tampoco había obras? Bueno, pues haciéndole caso al hombre me hice un poco para atrás, esperando a que dijera algo más.
-Espera, que ahora voy.
Esperé. Llegó él y me preguntó dónde iba. Yo le contesté que a mi casa, y que tenía que cruzar para llegar, porque a mi casa se iba por ahí. Bueno, él me dijo que sí, que me iba a acompañar. Bueno, me cogí a él, pero como era un hombre ya mayor y que yo no conocía y por lo que veía no tenía ni idea de guiar a un ciego iba con mi bastón para… protegerme de cualquier cosa que se pusiera por delante… y creo que hice muy bien… Cuando llegamos dos minutos más tarde a la acera de enfrente (jaja, vale, exagero, no fueron dos, pero si el triple o más de lo que tú o yo tardamos en cruzar un paso de peatones) me preguntó lo típico de un abuelo cotilla de un pueblo pequeño:
-¿I tu de qui eres? (¿Y tu de quién eres?
Yo le expliqué pero no sé si se enteró mucho la verdad, iba un poco a su bola. También me dijo algo que más de una persona me ha dicho y tampoco acabo de entender por qué lo piensan:
-Tú tranquila que anem asplallet ¿eh? Que el tio Joaquín no te presa. (Tu tranquila que vamos despacio, ¿eh? Que el tío Joaquín no tiene prisa.)
“Usted no, pero yo sí. En fin…”. Siguió preguntándome cosas y con su: Tú tranquila que anem asplallet ¿eh? Que el tio Joaquín no te presa.” Llegamos a la entrada de mi calle. Yo iba un poco, como indicándole y como él también hacía lo que quería, pues al final cogí y me solté. Llegamos a la esquina, donde había un bar. Y al acercarme a la pared, donde estaba la entrada del bar, para seguir todo el edificio hasta llegar a mi portal, él no sé que debió de pensar porque me preguntó.
-¿Vives aquí?
¿Vivir en un bar? Jajaja.
-No, en el número cinc. (No, en el número cinco).
Además, estaba sordo porque me dijo:
-¿Aquí?
-No, en el número cinc.
-¿Aquí?
Ains… Bueno, mientras yo me iba moviendo para mi casa, porque faltaba muy muy poco, así que pensaba: “Mientras este entiende cinco, llego”. Pero a la vez íbamos pasando por otros portales, tiendas, locales… y él me iba preguntando todo el rato:
-¿Aquí?
-No, ¡en el número cinc!
-¿Aquí?
-¡Número cincoooo!
-¡Ay! ¡Esta niña me pone nervioso!
¿Qué te pongo nervioso? ¡Qué desde que te he encontrado hasta mi casa hay tres minutos y ya llevo diez! Bueno, así llegué a mi portal. Toqué, le di las gracias y…
-¿Pero vives aquí?
No podía evitar ya reírme.
-Sí, sí, no se preocupe, es aquí.
Contestaron al timbre y dije que era yo. Mientras él me decía:
-¿Pero seguro que vives aquí?
“A ver, sí, 16 años creo que son suficientes para saber dónde está mi casa… Además, ¿tú crees que si no supiera dónde vivo, saldría por ahí para luego no saber volver?
-Sí, sí, de verdad.
Bueno, se quedó con la duda, porque en ese momento bajó un vecino y le preguntó si yo vivía allí. El vecino le contestó, y con su respuesta ya se quedó tranquilo.
-Bueno, ja saps que el tio Joaquín està ací per al que vulgues ¿eh? Quan tú vulgues anar a algún lloc sols tens que cridar-me i jo et duré. (Bueno, ya sabes que el tío Joaquín está aquí para lo que quieras, ¿eh? Cuando quieras ir a algún sitio solo tienes que llamarme y yo te llevaré).
Subí a mi casa y allí estaban, mi madre y mi hermana riéndose.
-¿Quién era, el tío Joaquín?
-Sí, sí.
Le conté todo.
-Así que ¡ya conoces al tío Joaquín!

Escrito por Lara

lunes, 1 de septiembre de 2008

EN LA CALLE

Bueno, el otro día tuve una conversación con nuestro amigo Ricardo, que me parece interesante publicar, ya que quizá aclare algunas dudas al a vez que muestra algunas realidades.


Ricardo: Lara, ¿por qué crees tú que a veces al guiarte nos chocamos más que otras dependiendo del lugar?
Lara: Mmm… No sé. Será por las farolas, los “mataciegos” y todo eso.
Ricardo: Sí, yo creo que eso tiene mucho que ver. No son lo mismo algunos lugares tranquilos que otros. Yo no entiendo por qué hay tantísimos pilones y bolas de hierro por el suelo. ¡Si molestan a todo el mundo!
Lara: Sí, los “mataciegos”… Porque vas por la calle y el que te va guiando no se da cuenta de las bolas esas y la persona que no ve se las traga... "Mataciegos".
Ricardo: Sí, ya, le pusieron bien el nombre sí.
Lara: Además, hay veces que la gente deja motos por las aceras, o bicis, o cualquier otra cosa que a nosotros nos hace ir con dificultad.
Ricardo: Ya, pero concienciar a la gente y cambiar las ciudades cuesta mucho tiempo y dinero.
Lara: Ya... Pero poco a poco...
Ricardo: En París había muchos. Me parece una ciudad bastante mala para guiar a alguien. Siendo que es un referente mundial deberían tener más controlado ese tema. Aunque cuando más grande es la ciudad yo pienso que es casi peor.
Lara: Sí... y además... si no te conoces el sitio.
Ricardo: Claro.
Lara: Como cuando estábamos en París…
Ricardo: Lo ideal sería lo que hicieron al lado del CRE de Pontevedra que están los pasos de peatones y la acera al mismo nivel y no hay bolas ni nada raro. Pero claro está 100 metros al rededor del colegio y adiós. Si no se saldrían los coches y para evitarlo pondrían mataciegos, o sea que... no sé qué prefiero.
Lara: Sí, pero no toda la acera Ricardo. Solo los pasos de cebra. Porque si no vas con el bastón y no se diferencia donde hay acera y carretera. Y así a nosotros nos serviría como guía de dónde hay un paso de peatones.
Ricardo: Bueno, a mí me sigue pareciendo lo mejor para guiar.
Lara: Aunque... si la acera tiene una textura diferente a la carretera... mejor.
Ricardo: Sí. Pero, los pueblos son mejores ¿no? Sin semáforos, sin tráfico… Además es más fácil para conocérselos.
Lara: Bueno, mejores no, más tranquilos. Y Sí, hay menos semáforos... menos tráfico... y es más fácil ir con el bastón porque pronto te lo conoces.
Ricardo: ¿Cómo cruzas un semáforo? Antes habían algunos que pitaban, y creo que ya no lo hacen. ¿Hay que darle a algún botón o algo?
Lara: Mmm... Bueno, depende de por donde vayas. Hay semáforos que suenan directamente cuando la luz cambia de color, de estos que no tienes que pulsar al botón; pero hay otros que sí, que le tienes que pulsar el botón y cuando el semáforo se pone en verde es cuando suenan. ¡¡Me dijeron que hay semáforos incluso que suenan cuando le pulsas al botón de un mando que lleva la persona ciega!!
Ricardo: Los primeros no creo que sean la mejor solución, ahí todo el día pitando. ¡Menuda rallada vivir encima!
Lara: Lo de los semáforos, supongo que no es rallada... al final te acostumbras igual que lo haces con otras cosas. Pero yo he encontrado el semáforo para ir al instituto más de una vez roto...
Ricardo: ¿Y qué haces cuando se rompen? ¿Esperas a que la calle se quede tranquila?
Lara: Sí, pero con el semáforo tienes más seguridad...
Ricardo: ¿Y cuando estás en Alicante o en Alcoy o en sitios de esos con semáforos cómo haces?
Lara: A Alcoi siempre he ido con amigos y con familiares... Así que puf, me dejan sola por ahí con el bastón y no tengo ni idea, porque nunca antes me han enseñado los sitios (aquí hay una Farmacia, si sigues para adelante encontraras una papelera y un poco más adelante el paso de cebra de la calle tal...).
Ricardo: Ya…
Lara: Por Alicante he estado varias veces con la profesora de la ONCE que nos enseña a movernos y bueno, con indicaciones suyas he conseguido moverme un poco por allí... Pero... ¡prefiero mi pueblo!
Ricardo: Otra putada son las escaleras. Yo cuando estaba en Inglaterra de intercambio estaba todo el día "step" "step". Vamos, no se me olvida en mi vida ya que "step" es escalón.
Lara: Bueno, Las escaleras realmente no son un problema en cuanto al hecho de que seas ciego y tengas que subirlas y bajarlas... Pero sí lo son si estás cansadooooo, ¡pero eso le pasa a todos!
Ricardo: Jajaja ya. Pero no sé, siempre te puedes tropezar. A todos nos pasa pero yo que sé. A lo mejor es una de esas cosas que si lo ves haciéndolo a un ciego piensas que tiene que ser súper difícil y para él es fácil y luego lo ves cruzando una calle y te crees que está tan tranquilo y es bastante peor.
Lara: Exacto, siempre nos podemos tropezar. Pero a todos nos pasa, tu mismo lo has dicho… Además, eso ya lo hablas tú con la persona que guías, pero en realidad no tendrías que estar todo el día "step up" o "step down" porque si la persona invidente a la que guías va siempre un poco detrás de ti, puede notar como tu cuerpo sube o baja, y así saber cuando hay steps.
Ricardo: Sí, pero eso me lo dijeron el último día. ¡Y es que si no te lo dicen pues tú lo dices para evitar problemas!
Lara: Claro... Nosotros deberíamos decirlo siempre que alguien que no lo sabe nos tenga que guiar... aunque yo de normal, si no voy a estar bastante tiempo con esa persona o veo que de la forma que me guía me va a estampar contra algo... no se lo digo.
Ricardo: Pues yo pienso que eso es un error; que deberíais decirlo y así la otra persona sabe guiar ya bien. A mi me ha costado llevar a mucha gente lo poquito que sé de guiar y ahora me doy cuenta de que es fácil.
Lara: Ains, llevar… Dejémoslo en guiar que llevar suena como si… ¿como si fuéramos un objeto? ¿Una carga?
Ricardo: Vaya, ya empezamos…
Lara: Ríete, pero alguno lo piensa. Y lo sabes.
Ricardo: Oye ¿y las escaleras mecánicas? Explícame cómo van porque yo pensaba que era algo muy difícil de subir. Para mí con mi nivel de visión es difícil, sin embargo vosotros lo hacéis muy fácil. Es otra de esas cosas que parecen difíciles y son fáciles.
Lara: Buenoo, es fácil y no lo es.
Ricardo: A ver, cuenta para que me entere yo.
Lara: Hay gente a la que eso de estar en suelo firme y tener que poner el pie en algo que se mueve les da miedo.
Ricardo: Sí, y no invidentes.
Lara: Pero no sé, es fácil... Porque si te fijas, antes de poner el pie en las escaleras, el suelo es diferente, es como de metal.
Ricardo: Sí y rugoso.
Lara: Y rugoso, sí. Entonces, es ya un aviso de que vienen escaleras. Además del ruido que hacen.
Ricardo: Ah, utilizas eso para saber lo que viene después.
Lara: Sí. Luego, si colocas la mano sobre la goma... que no se debería pero... también ves a la velocidad que van las escaleras… Y sólo falta subir.
Ricardo: Pero luego son unas cosas que al principio se mueven y después salen las escaleras repentinamente. ¿Cómo haces para no caerte?
Lara: Bueno, Yo no sé si hay alguna técnica, yo solo espero que el que me guía suba, y como él ve, pues imagino que habrá cogido bien el escalón. Entonces yo calculo la distancia a la que está un escalón del otro y me subo yo también. Pero claro, muchas veces no funciona y te quedas con medio pie dentro del escalón y medio fuera... Subes o bajas escalón y punto. Y para bajar, yo levanto un poco la punta del pie y las mismas escaleras lo ponen encima del suelo de metal.
Ricardo: Yo he visto también que ponen las piernas separadas de forma que se quedan en dos escalones diferentes.
Lara: Eso de separar las piernas, un pie en cada escalón, es por eso, porque al llegar, levantas la punta, que avisa al otro pie de que viene el suelo…
Ricardo: Entonces tiene su técnica, como todo.
Lara: Claro, sólo hay que buscar las formas de hacer las cosas.

¡Gracias, Rixar!

viernes, 11 de julio de 2008

El piano, algo más que un sueño

Cuando te sientas delante del piano, levantas la tapa con sumo cuidado, posas las yemas de los dedos suavemente en las teclas y comienzas a ejecutar vertiginosos y acelerados movimientos de dedos, o, por el contrario, balanceados y medidos movimientos de muñeca, te sientes libre… vuelas…
Para una persona que ve es relativamente sencillo interpretar una pieza, de piano en este caso, pues siempre posee la ventaja de tener la partitura frente a sí, en el atril. Pero un invidente ha de memorizar antes todas y cada una de las notas de la partitura. Esto requiere mucho esfuerzo se haga de la manera que se haga.
Una de las formas de memorizar una obra es aprenderla de oído, es decir, que el profesor/a o una persona cualquiera se la vaya enseñando poco a poco al invidente y la toque antes para que el alumno pueda escuchar cómo suena en su conjunto. Esto es más o menos efectivo, puesto que acarrea demasiado tiempo y esfuerzo por parte del profesor, no tanto así para el alumno.
La otra manera y quizá la más utilizada es que el alumno invidente tenga sus propias partituras en Braille y pueda leerlas poco a poco. Esto resulta bastante costoso para los que no vemos (te lo digo por propia experiencia), y más aún si nadie te ha enseñado nunca Braille musical como es mi caso. A pesar de que los ciegos controlamos el Braille desde pequeños,de la misma manera que tú aprendiste a escribir, no es lo mismo leer una partitura que una novela. Cuando tú asistes a clases en un Conservatorio o una Escuela de Música, lo primero que aprendes es a leer y a escribir las diferentes figuras musicales. Pero a mí nadie me explicó cómo se representaban estas figuras en Braille, por lo que tuve que ir aprendiéndolo poco a poco todo yo sola, fijándome en lo que mis compañeros solfeaban, o incluso a veces preguntándoles por una nota concreta de una línea y un compás concretos.
Ahora estoy convencida de que ese enorme esfuerzo de tantos años y esa paciencia han merecido la pena, porque gracias a ellos estoy en 3º de Grado Medio del Conservatorio de Música. Tengo que reconocer que aún me cuesta leer las partituras y que hecho mucho en falta no haber tenido a alguien que me lo explicase a su debido tiempo y con calma, pero me siento orgullosa de haber hecho todo esto yo sola y de poder leer música aunque sea con algunos problemas: me siento orgullosa de haber cumplido un sueño.

Escrito por Bea (fal).

jueves, 10 de julio de 2008

"NO ME CHILLES QUE NO TE VEO"... PERO TAMPOCO ME IGNORES.

-¡Hola!
-Hola, ¿qué tal estás?
-Muy bien, y a ti, ¿cómo te va?
-Bien, vamos a tomarnos un helado.
-Ah, ¿y ella qué tal está??
(-Ey, que estoy aquí...)
-Bien, estoy bien.
-¿Que vas, a sacarla a pasear?
(-¿A pasear? ¡Que no soy un perro...!)
-No, si vamos ahí a tomarnos un heladito que venimos de comprar un libro que necesitaba para el instituto.
-Ah, ¿pero que ella va al instituto?
(-Me puedes preguntar a mi, que no muerdo...)
-Sí, voy al instituto este de aquí.
-Ah, ya ya... ¿y cómo le va? ¿En qué curso está?
-Bien, bastante bien. Este año he empezado cuarto de la ESO.
-¿En cuarto ya? ¿Y no ha repetido nunca?
(-Pues no, no he repetido nunca..., y sigo estando aquí)
-No, la verdad es que no, pero pregúntale a ella.
-¡¡¡¡¡¡¡MA…DRE… MÍ…A!!!!!! ¡¡¡¡¡¡QUÉ… LIS…t…TA… ¿EH…?!!!!!!
(Er… ¿Por qué me habla despacio, como si no entendiera?)
-¡¡¡¡¡¡PE…RO… ¿VAS… A… RE…PA…SO… O… AL…GO…? POR…QUE… NE…CE…SI…TA…RÁS... MÁS… TIEM…PO… QUE… LOS… DE…MÁS…!!!!!!
(-No, no voy a repaso... ¡y no me chilles que no estoy sorda!)

Puede que esta situación que acabas de leer te parezca graciosa, o lo más probable, exagerada. Pero vivimos en un planeta en el que hay gente de todo tipo, así que no, te digo que no es exagerada, si no real. A través de ella queremos explicarte que por el hecho de ser ciegos no tenemos que ser tontos o inútiles. Tenemos un problema en la vista que nos impide ver pero… ¿a caso necesitas ver para pensar, razonar… hablar con la gente? El no poder ver no nos impide llevar una vida normal (hacer deporte, salir con los amigos, estudiar o trabajar…). Pero como ya he dicho, en este planeta hay gente de todo tipo y cada persona es de un modo y lógicamente habrá personas invidentes que hagan mejor una cosa y otras que lo hagan peor, que se les de bien una cosa y a otros no… Aquí he hecho hincapié en los estudios. Aunque no veamos, con el material necesario y algo de ayuda podemos hacerlo igual que todos, y el que suspende es porque tiene algún otro problema, o le cuesta y necesita más ayuda (esto le sucede también a algunas personas que no son invidentes) o porque somos unos vagos y no nos apetece estudiar (me inclino más por esta opción). A lo que me refiero es que hay de todo y no se debe generalizar.

Ah, y somos ciegos, no sordos, el problema que tenemos lo tenemos en la vista no en el oído. Así que cuando te dirijas a nosotros, por el bien de nuestros oídos y de tu garganta… no grites, por favor.

miércoles, 9 de julio de 2008

MI AMIGO EL BASTÓN

Dicen mis padres que cuando la ONCE se ofreció para enseñarme a moverme con el bastón, yo me negué.

Mis padres tenían una fábrica y yo iba muchas veces allí. Conocía a la gente que trabajaba y tenía la posibilidad de hablar con ellos, especialmente de ir a visitar a mis hermanos. Pero no podía, no tenía bastón e imagínate cuántos obstáculos debían de haber en una fábrica de muñecas: cajas, palets, mesas, más cajas… Un día, me hice con un tubo de estos que vienen con las piezas de telas grandes. Desde entonces, ya no hubo obstáculo con el que pudiera tropezar. Sinceramente, no tenía ni idea de cómo se utilizaba un bastón, o un intento de bastón en aquel caso. Tan sólo lo movía de izquierda a derecha, como había visto hacer a algunas personas. Mis padres avisaron a la profesora de la ONCE que se encarga de enseñarnos a movernos y orientarnos y unos días antes de comenzar quinto de primaria fui al CRE de Alicante. Aquel día aprendí lo básico: mover el bastón de izquierda a derecha acorde con los pasos, subir y bajar escaleras, la técnica de tres puntos… Recuerdo que también estuve en una sala donde había una especie de paredes móviles que mi profesora iba moviendo y yo debía de escuchar con atención y anunciar cuando había hueco y cuando había pared. Pero ahora tenía que ponerlo en práctica en mi pueblo. Aprendí a ir de mi casa al colegio y viceversa y el camino a la escuela de música. Tiempo después aprendí otros caminos: a mi nuevo centro de estudios, a la panadería, a casa de algunos amigos, de algunos familiares…

Sí que es cierto que alguna vez he tenido algún problema con él, como aquellas dos veces en que el bastón se rompió casi llegando a casa y tuve que ir por la calle con un bastón roto y solo siguiendo las paredes…

Ahora mi bastón me acompaña a todas partes aunque en ocasiones no lo tenga que utilizar por el hecho de que alguien se ofrezca a guiarme. Sinceramente, me sorprende que al principio no quisiera utilizarlo.

Y para que conozcas más a fondo a mi querido bastón, te invito a que leas este relato que he encontrado en la web de un compañero de la ONCE, David Ramírez, al cuál saludo desde aquí.
¿Qué opinas tú de esta preciosa historia?

Lo que no se ve

Escrito por Lara (Kai)

lunes, 7 de julio de 2008

Una Nueva Vida

Cuando tenía un año, mis padres advirtieron que algo me sucedía, y puesto que como yo no sabía explicarme, no sabían qué era exactamente. Me llevaron a un psicólogo para niños pequeños, pues pensaban que tenía algún problema mental… Creo que allí descubrieron realmente que no era así pues hacía todos los juegos muy bien (según dicen ellos). Tiempo después el pediatra les habló del Instituto Oftalmológico de Alicante dirigido por Jorge Alió. Allí nos informaron de que tenía cataratas y estrabismo en ambos ojos. Me operaron por primera vez a los cuatro años. Un año después me volvieron a operar de desprendimiento de retina en ambos ojos, del que sólo se salvó el izquierdo, perdiendo la vista por completo en el derecho (algún problema con el nervio óptico). Sin embargo, a pesar del resto de visión que poseía en el ojo izquierdo que me había permitido afiliarme a la ONCE, podía leer en tinta, jugar, correr, hacer deportes (en los que había que jugar con pelota tenía algo de dificultad), moverme sin necesidad de bastón… en fin, todo aquello que un niño sin problemas de visión puede hacer.

A los nueve años, en una de esas clases de Predeporte que se hacían en mi colegio una vez a la semana, me provoqué otro desprendimiento de retina. Estábamos practicando Salto de Altura y una de las veces que me tocó a mí debí saltar mal, pues caí mal a la colchoneta y me hice daño en la cabeza. Pero no fue hasta el día siguiente cuando comencé a notar que algo sucedía. A medio día del viernes comencé a ver algo peor, con una especie de burbuja que me impedía ver bien. Por la tarde tenía clase de música y allí advertí que realmente sucedía algo pues desde la parte derecha de mi ojo izquierdo comenzaba a ver negro. Era como una especie de “telón” que iba cubriendo todo mi campo visual de negro, empezando por la derecha y ocupando poco a poco mi campo visual. Así, estaba solfeando una lección que tenía delante, con la cabeza torcida hacia la derecha, pues solo podía ver por la parte izquierda de mi ojo izquierdo. Sí, el profesor debió de pensar que estaba loca, o tonta, o yo que sé. Llegué a casa y todavía me atreví a ir a jugar con mis amigos al parque. Pero allí, por haber llegado la última me tocó a mí correr detrás de los demás para pillarlos… Pero ya no corría, ya veía muy poco y me daba miedo. Una amiga me acompañó a casa. Llamé a mis padres y enseguida supieron que era. Me llevaron al médico y nos lo confirmaron. Una semana después me operaron y volvía a ver bien (del ojo izquierdo claro, del derecho ya no había solución desde la otra vez). Cuando pude destaparme el ojo, advertí que veía incluso un poco mejor que antes… podía leer sin gafas aunque tenía que forzar algo la vista. Así pasé un mes aproximadamente, tras el cual el médico me informó que se había hecho un pliegue en la retina y que aunque esa operación no duraría ni siquiera diez minutos, teníamos que esperar unos meses ya que estaba recién operada. Ese pliegue me hacía ir perdiendo vista de forma que llegué a un punto en el que el bastón me era necesario para moverme. Aún así, yo todavía diferenciaba colores, formas,… e incluso recuerdo que veía la flechita del ratón del ordenador.

Aquel verano reforcé mis conocimientos del braille que había aprendido a los seis años por precaución a que algún día lo necesitara. También aprendí a manejar el Braille’n Speak, que sería mi herramienta de escritura durante varios años.

En el mes de noviembre, comencé a asistir a un curso de mecanografía en el ordenador en la ONCE. Un día, yendo hacía allí mi padre y yo tuvimos un accidente de coche, otro coche se había metido por nuestro carril y a pesar de ver que los otros coches que iban en su misma dirección iban por el otro carril, él continuó por el nuestro. Nosotros lo encontramos al girar una curva, por eso no lo habíamos visto antes y no tuvimos tiempo a esquivarlo como alguno anterior a nosotros había podido hacer y de este modo había avisado a la policía. A parte de la fractura que me hice en la mandíbula (me la rompí por cuatro partes) el hecho de ir mal sentada y sin cinturón hizo que con el golpe me hiciera daño en la pierna y tuviera que sacarme un bombero del coche. Pero lo peor de todo fue que, aunque yo no lo advirtiera en ese momento, había perdido algo más de vista. Ya no percibía colores ni formas, solo podía ver que había algo sin saber el qué, y luz. En el hospital ya vinieron algunos oftalmólogos a ver mi ojo y el corte que tenía justo al lado, pero supongo que nadie sabía bien qué tenía.

A principios de 2002 asistimos a la cita que teníamos con el médico después de explicarnos el pliegue en mi retina. Pero cuando me miró la retina de nuevo, creo que hasta él se sorprendió. Tuvo que hacer un dibujo para explicarles a mis padres lo que había pasado. Tenía completamente la retina desgarrada y ya no había solución, nada de una operación para quitarme el pliegue.

Desde entonces, una vida nueva comenzaba para mí. Debía aprender muchas cosas, al igual que la gente que me rodeaba. Con la ayuda de la ONCE, lo he ido consiguiendo. Pero aún así, sólo han pasado siete años desde entonces, y todavía me falta mucho por aprender. Al fin y al cabo, la vida es un continuo aprendizaje.

Escrito por Lara (Kai)